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Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2020

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Imagen: Jenn Gardella/Save the Children

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TODOS SIN EXCEPCIÓN: LA DIVERSIDAD DE LOS EDUCANDOS ES UNA FUERZA QUE DEBEMOS VALORAR

La comunidad internacional no se ha comprometido a favor de la educación inclusiva por casualidad, sino porque es la base de un sistema educativo de calidad que permite a cada niño, joven y adulto aprender y realizar todo su potencial. El género, la edad, la ubicación, la pobreza, la discapacidad, el origen étnico o la pertenencia a grupos indígenas, la lengua, la religión, la migración o el desplazamiento, la orientación sexual o la expresión de la identidad de género, el encarcelamiento, las creencias y actitudes, no deben ser motivo de discriminación contra ninguna persona en lo tocante a la participación en la educación y la experiencia educativa. Para ello, es preciso percibir la diversidad de los educandos no como un problema sino como una oportunidad. No se puede lograr la inclusión si se la considera como una molestia o si se cree que los niveles de capacidad de los educandos son fijos de una vez por todas. Los sistemas educativos deben responder a las necesidades de todos los educandos. Las recomendaciones siguientes toman en cuenta las raíces profundas de los obstáculos y el amplio alcance de los problemas relacionados con la inclusión, que ponen en entredicho las posibilidades de alcanzar los objetivos de 2030.

1. Entender la educación inclusiva de manera más amplia: debería incluir a todos los educandos, independientemente de su identidad, origen o capacidad.

Si bien el derecho a la educación inclusiva abarca a todos los educandos, muchos gobiernos no han basado aún sus leyes, políticas y prácticas en este principio. Los sistemas educativos que valoran la diversidad y creen que cada persona añade valor, tiene potencial y debe ser tratada con dignidad, permiten a todos aprender no solo lo básico, sino también la gama más amplia de competencias necesarias para crear sociedades sostenibles. No se trata de crear un ministerio de educación inclusiva, sino más bien de no discriminar a nadie, no rechazar a nadie, proceder a todas las adaptaciones razonables para atender a necesidades diversas y avanzar hacia la igualdad de género. Las intervenciones deben ser coherentes, desde la primera infancia hasta la edad adulta, para facilitar el aprendizaje a lo largo de toda la vida. Se debería adoptar por consiguiente una perspectiva inclusiva al preparar los planes del sector educativo.

2. Centrar la financiación en los que se han quedado atrás: la inclusión no existe cuando millones de personas no tienen acceso a la educación.

Una vez que existen los instrumentos legislativos para superar obstáculos de acceso como el trabajo infantil, el matrimonio infantil y los embarazos de adolescentes, los gobiernos necesitan un enfoque doble que asigne financiación general para fomentar un entorno de aprendizaje inclusivo para todos los educandos, así como financiación específica para seguir a los más rezagados lo más temprano posible. Una vez que se tiene acceso a la escuela, las intervenciones tempranas pueden reducir considerablemente los efectos potenciales de la discapacidad sobre la progresión y el aprendizaje.

3. Compartir competencias y recursos: es la única manera de realizar la inclusión.

En muchos sentidos, lograr la inclusión es un problema de gestión. Los recursos humanos y materiales para abordar la diversidad son escasos. Históricamente se han concentrado en unos pocos lugares como legado de unos sistemas segregados, y están distribuidos de manera desigual. Se necesitan mecanismos e incentivos para trasladarlos de forma flexible, de tal modo que los conocimientos especializados apoyen a las escuelas ordinarias y a los entornos de educación no formal.

4. Realizar consultas significativas con las comunidades y los padres: la inclusión no se puede imponer desde arriba.

Los gobiernos deben abrir espacios para que las comunidades expresen sus preferencias como iguales al elaborar políticas de inclusión en la educación. Las escuelas deberían desarrollar el diálogo, dentro y fuera de sus muros, acerca del diseño y la aplicación de las prácticas escolares, por intermedio de asociaciones de padres o sistemas de emparejamiento de estudiantes. Se debería tomar en cuenta la opinión de todos.

5. Establecer cooperación entre los distintos ministerios, sectores y niveles gubernamentales: la inclusión en la educación no es más que un subconjunto de la inclusión social.

Los ministerios que comparten la responsabilidad administrativa de la educación inclusiva deben colaborar para definir las necesidades, intercambiar información y elaborar programas. Los gobiernos centrales deben aportar apoyo humano y financiero a los gobiernos locales para que estos cumplan mandatos de educación inclusiva claramente definidos.

6. Dejar espacio para que los actores no gubernamentales cuestionen y colmen lagunas; pero también asegurarse de que trabajan en pro del mismo objetivo de inclusión.

El gobierno debe marcar el rumbo y mantener el diálogo con las organizaciones no gubernamentales para garantizar que los servicios educativos conduzcan a la inclusión, cumplan las normas y se ajusten a las políticas nacionales. El gobierno también debe crear condiciones que permitan a las ONG supervisar el cumplimiento de los compromisos gubernamentales y defender a aquellos que están excluidos de la educación.

7. Aplicar el diseño universal: hacer que los sistemas inclusivos desarrollen plenamente el potencial de cada alumno.

Todos los niños deberían aprender en base a un mismo plan de estudios flexible, pertinente y accesible; este debe reconocer la diversidad y responder a las necesidades de los distintos educandos. El lenguaje hablado y de señas y las imágenes de los manuales deben conferir visibilidad a todos, eliminando al mismo tiempo los estereotipos. La evaluación debe ser formativa y permitir a los alumnos demostrar lo que han aprendido de diversas maneras. La infraestructura escolar no debe excluir a nadie y debe aprovecharse el enorme potencial de la tecnología.

8. Preparar, empoderar y motivar al personal educativo: todos los docentes deben estar preparados para enseñar a todos los educandos.

Los métodos inclusivos no deben ser tratados como un tema especializado, sino como un aspecto central de la formación docente, ya sea en su formación inicial o en su perfeccionamiento posterior. Estos programas deben combatir opiniones arraigadas acerca de la supuesta deficiencia e incapacidad de aprender de determinados alumnos. Los directores deben estar preparados para aplicar y transmitir unos valores escolares inclusivos. La diversidad del personal educativo fomenta también la inclusión.

9. Recopilar datos sobre y para la inclusión con atención y respeto: evitar un etiquetado estigmatizante.

Los ministerios de educación deben colaborar con otros ministerios y organismos de estadística para reunir datos poblacionales de forma coherente, a fin de entender la magnitud de la desventaja para los marginados. En cuanto a la discapacidad, se debe utilizar prioritariamente la lista breve de preguntas y el módulo de funcionamiento infantil del Grupo de Washington. Los sistemas administrativos deberían tratar de reunir datos no solo para planificar la ayuda y presupuestar los servicios de educación inclusiva, sino también datos relativos a la experiencia de inclusión. Sin embargo, lo fundamental es que ningún educando sufra perjuicio; esta consideración debe tener primacía sobre el deseo de contar con datos detallados o sólidos.

10. Aprender de los pares: el paso a la inclusión no es fácil.

La inclusión significa alejarse de la discriminación y los prejuicios, y avanzar hacia un futuro que puede adaptarse a diversos contextos y realidades. No se puede dictar el ritmo ni el rumbo preciso de esa transición. Sin embargo, se puede aprender mucho del intercambio de experiencias a través de las redes de docentes, los foros nacionales y las plataformas regionales y mundiales.

Endosantes

Estas organizaciones han respaldado las recomendaciones del Informe GEM 2020.